lunes, 7 de abril de 2014

EL PÓRTICO DE LA GLORIA EN MITAD DE CASTILLA. SE PUEDE VISITAR EN LA GRANJA (SEGOVIA)



El Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, es uno de los mayores pórticos románicos europeos y sin duda, la obra cumbre del románico español.

Fue ejecutado por el célebre Maestro Mateo y su taller, bajo el reinado de Fernando II de León. Se tiende a pensar en el maestro Mateo como un gran maestro cantero. Lo cierto es que, tras una revuelta campesina que destruyó parte de la catedral, se le encarga reconstruir las zonas dañadas y finalizar la fachada occidental, por lo que la escultura es solo parte de la obra realizada, siendo Mateo todo un maestro de obra, con los enormes conocimientos que ello conllevaba en plena Edad Media. De este modo, la estructura arquitectónica de la fachada se articula en tres plantas superpuestas: la cripta, el pórtico y el correspondiente triforio.
Hay que tener en cuenta que el románico es un arte sagrado, en el estricto sentido de la palabra y como tal, está dotado de un fuerte y profundo simbolismo. Nada en un templo románico está dejado al azar, ni su orientación, ni su iconografía, ni su colorido interior y exterior, ni sus esculturas en jambas, arquivoltas, dinteles, capiteles o canecillos. Las iglesias románicas que contemplamos en la actualidad, han perdido todo o casi todo el explosivo colorido que las adornaba, en una época en que los estímulos visuales eran, salvo en los templos, casi inexistentes.
Pero hablemos de lo que nos congrega aquí esta tarde, el Pórtico de la Gloria. Parece imposible, que en una villa barroca por excelencia como es La Granja, podamos contemplar hoy esta maravillosa reproducción de una obra de la Edad Media. Cuando el pórtico se finalizó en 1188, este pueblo no existía, es más, le quedaban más de 500 años para nacer. De modo que quizá parecerá imposible lo que yo hoy propongo a la amable audiencia: Dar voz, más de 800 años después al gran maestro Mateo, escribiendo sus reflexiones en un quizá,  imposible diario. Con su permiso, voy allá:

En el nombre de Dios Todopoderoso, hoy es uno de Abril. Mil y ciento y ochenta y ocho años ha, que el verbo se hizo carne caminando entre nos y hoy, al fin, hemos desmontado los andamios del Pórtico. Yo, Mateo, concebí esta obra desde sus cimientos. Veinte largos años han pasado desde que los excavamos, drenamos y rellenamos, más al fin, lo que mi mente concibió y solo en ella tenía forma, muéstrase hoy ante los ojos de los hombres. Aunque aquí contaré lo que ideé y como ante vos se levanta agora, he de decir que mi idea fue con mucho superada, y en adelante se verá por qué. Quise juntar mis saberes de arquitectura, escultura y pintura para crear una visión nueva de la historia de la redención, desde la época del antiguo testamento, representado en la arcada de la izquierda, pasando por la era que se inicia con el nacimiento y Pasión de Nuestro Señor figurada en la arcada derecha, hasta culminar con la Parusía, la segunda venida de Cristo representada en el tímpano central, cuando, tras la resurrección de los muertos y el Juicio Final, se establecerá el reino Eterno de Dios. Mi fin con ello no era otro, que elevar el espíritu a través de los sentidos de quien contemple. Desde el mundo terreno hacia la Gloria del final de los tiempos.
            En el parteluz de la puerta ideé colocar una columna de blanco mármol, material que simboliza pureza y así ficimos, tallando en ella la genealogía humana de Cristo representada por medio de un árbol que brota del corazón de Jessé, pasando por sus descendientes: David y Salomón hasta  la Virgen María.
Nuestro Padre, el apóstol Santiago ocupa el espacio privilegiado que sirve de puente de unión entre el mundo terreno y la gloria celestial. También su rostro es de mármol y está enmarcado por un nimbo de bronce decorado con cristales de roca. Agora recuerdo su leve sonrisa ¡cuánto me costó tallarla! Cuando la vi finalizada… me animó a seguir tallando sonrisas y me atreví a acentuar la de su hermano Juan, el evangelista, en  la columna del arco derecho… algo me indicó que estaba haciendo algo nuevo, algo único, cuando vi cómo esos rostros me miraban… parecían… no me atrevo a decirlo, mas sí… por primera vez tuve la impresión de que parecían vivos.
En el otro pilar en que se asienta la gloria emplazamos el grupo de los profetas del antiguo testamento, encabezado por Moises con las tablas de la ley, seguido de Isaías, Daniel y Jeremías... aquí la dura piedra de granito de la tierra de los gallegos nos pedía más, nos exigía ir más allá. No sabría explicarlo, mas todos estábamos contagiados por una fiebre que, lejos de copiar, como se había hecho durante siglos, nos pedía, Dios nos perdone, crear. Robamos la esencia de cada piedra y las dotamos de una infinita variedad de diseños texturas y gestos que una vez terminadas y vistas desde los andamios, a nosotros mesmos nos hacía meditar. Uno de mis maestros talló el expresivo rostro de Isaías, con su brutal tormenta interior, mas entonces, a su vera, otro de mis hombres creó un dramático contrapunto emocional, en el feliz rostro de Daniel y su radiante y sincera sonrisa ¿Por qué? Le pregunté extasiado mientras lo contemplaba. Mas yo no preguntaba a mi escultor, preguntaba a su obra ¿Por qué sonríes así? Una voz tras de mí, diome la respuesta: Maestro, he querido plasmar el pasaje bíblico en el que Daniel se echó a reír al demostrar al rey Ciro que la estatua de bronce del dios bel no era más que un ídolo inerte, incapaz de comer las ofrendas que los paganos babilonios dejaban ante su altar, estas simplemente desaparecían al ser consumidas por los sacerdotes. La sonrisa de Daniel proclama por tanto el triunfo de la fe sobre la idolatría, mirando con júbilo hacia el umbral una nueva era en la que la gracia de Dios consigue disipar las tinieblas de la superstición…
Lloré. No me arrepiento en decirlo. Nosotros no estábamos tallando ese pórtico, él nos estaba tallando a nosotros, a nuestras almas, dirigía nuestras manos, nuestros cinceles, nuestros mazos y nos indicaba qué quería ser
Así, en el centro de cada uno de los pilares que sostienen el pórtico, dejamos para los siglos una sonrisa cautivadora, diferente. La de Daniel, la de San Juan y la de Nuestro Padre Santiago.
Poco a poco fuimos colocando las esculturas del tímpano con la descripción de Juan sobre el Apocalipsis. Yo mesmo, con estas manos pecadoras tallé el Cristo en majestad, a su alrededor colocamos las figuras de los 4 Evangelistas y los rodeamos por los 24 ancianos del Apocalipsis afinando los instrumentos musicales con la que van a entonar la música divina que se escucha en la Jerusalén celeste.

Llegó un día en que todo estuvo terminado es aqueste que narro en que desmontamos la madera. Al atardecer nos congregamos todos expectantes ante el pórtico. Por primera vez lo contemplamos en todo su esplendor. Los últimos rayos de sol golpeaban en él expandiendo como en una explosión todo su color. La corona dorada de Santiago y los cristales de roca refulgían como cien soles que refractaban la luz en mil colores. En el centro mesmo del gran arco, mostrando sus llagas, de las que manaba bermeja sangre, Jesucristo Todopoderoso parecía querer salirse del tímpano, sobrevolando nuestras cabezas desde la nube alba do se hallaba. Sus blancas vestiduras casi aturdían con su brillo y el dorado del las capas de los evangelistas que le rodeaban parecían hacer como si realmente el cielo se abriere y de él surgiere el Señor en majestad. Por doquier azules, púrpuras, verdes, lapislázuli, cinabrio.
Acá ángeles rubios de doradas alas y celestes ropajes, alla aterradores demonios, e ídolos rojos devorando esqueléticas almas de pecadores Y allí nos hallábamos quedos nosotros, con el aliento cortado, la mirada atónita y hasta la mesma ánima sobrecogida. Cuando en mientes quisimos caer, estabamos todos allí no solo juntos, sino abrazados, contemplando incrédulos nuestro propio trabajo, que sabíamos único e irrepetible, maravillados con los rostros, los gestos, las posturas, las miradas, los vivísimos colores... No miento, juro que no miento si digo que aquella fachada estaba viva. Las figuras que la poblaban en tan grueso número y armoniosa concentración, ¡parecían estar vivas! Conversaban y cantaban, se miraban y reían, se contaban secretos de los cuales todos parecían ser sabedores cómplices, susurrando ante nosotros, para no ser escuchados, sí, estaban vivas, ellas allí dentro estaban vivas y hacían sentirse vivo a quien las contemplaba, seguro de si mesmo y respaldado por Dios Nuestro Señor.
Así, con los últimos rayos de sol que simbolizan su muerte, que simbolizan a la par la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, se obra el milagro de la luz, de la Gloria de Cristo. Cualquiera que de hoy hasta el futuro esta obra contemplare, no podrá dudar, ni por un momento que hay otra vida tras de esta. Que el final va a llegar y que solo Él, el señor, es el salvador, que ha de venir a juzgarnos y a llevarse con él a su Jerusalén Celeste a los justos, a su Gloria, como la que quise yo representar en aquesta iglesia de Nuestro Padre Santiago
Yo Mateo, maestro de obras de la catedral de Santiago de Compostela a uno de Abril de mil y ciento y ochenta y ocho.



1 comentario:

  1. Ricardo, hacía tiempo que no buscaba algo tuyo en la red, por si hubieses tenido a bien publicar otra obra maestra de la novela histórica y mira lo que me encuentro. Sencillamente eres un genio, aunque la pildorita sobre el Pórtico de la gloria y la voz llegada del mismísimo medievo del irrepetible Mateo, se me hace poco.
    Un abrazo y como siempre, ya sabes donde puedes encontrarnos en Ventosilla y Tejadilla.

    ResponderEliminar